La historia de Jan Liwacz y el desafio de resistencia en Auschwitz

Rubén, 22 julio 2022

Pocas reliquias han llegado a simbolizar el Holocausto nazi más que el infame letrero de hierro forjado que se encuentra en la entrada del campo de exterminio de Auschwitz Birkenau, con las cínicas palabras Arbeit Macht Frei que se pueden traducir como “El trabajo os hace libres” o “El trabajo libera”.

La expresión proviene del título de una novela de 1873 del filólogo alemán Lorenz Diefenbach, Arbeit macht frei: Erzählung von Lorenz Diefenbach, en la que los jugadores y los estafadores encuentran el camino de la virtud a través del trabajo.

Los políticos de la época de Weimar (años 20) utilizaron la frase para promover las políticas de empleo. Posteriormente, los nazis se apoderaron de ella y un cartel con la inscripción apareció en el campo de concentración de Dachau, creado por Heinrich Himmler en 1933 para utilizar a los disidentes como mano de obra esclava.

La frase también fue utilizada en francés (le travail rend libre!) por Auguste Forel, entomólogo, neuroanatomista y psiquiatra suizo, en su obra Fourmis de la Suisse (1920). En 1922, la Deutsche Schulverein de Viena, una organización nacionalista “protectora” de los alemanes en Austria, imprimió sellos de afiliación con la frase Arbeit macht frei.

El 27 de enero es el Día Internacional de la Memoria del Holocausto.

La frase también evoca el principio alemán medieval de Stadtluft macht frei (“el aire de la ciudad te hace libre”), según el cual los siervos eran liberados tras ser residentes de la ciudad durante un año y un día.

La propia puerta fue construida bajo órdenes alemanas por prisioneros políticos polacos que habían llegado a finales de 1940 y principios de 1941. Su construcción formaba parte de una revisión general del campo, que incluía la sustitución del alambre de espino temporal por vallas de alta tensión y postes de hormigón.

El letrero fue fabricado por los prisioneros del departamento de metalurgia bajo la dirección de Jan Liwacz, un maestro herrero. Está situado en la entrada de Auschwitz, para dar la “bienvenida” a los presos y tiene unos 5 metros de largo y 40 kg de peso. Cada letra mide aproximadamente 40 cm de altura, parecido a un folio.

Jan Liwacz no era judío; era un preso político, aunque no están documentados cuáles fueron los cargos que lo enviaron allí. Los registros dicen que fue puesto a trabajar en la fabricación de linternas, lámparas de araña y barandillas bajo trabajos forzados. También se le ordenó forjar juguetes para los hijos de los comandantes del campo, incluso un avión de juguete para el oficial ejecutivo del campo. Su forja fue visitada personalmente por el jefe de las SS de los nazis alemanes, Heinrich Himmler.

Un día, Jan recibió un encargo que pasaría a la historia. Le dijeron que forjara las letras de un eslogan. Las palabras formarían un arco sobre la entrada de la instalación principal de Auschwitz.

Se cuenta que Jan decidió colocar la letra B de la palabra ‘Arbeit’ (trabajo) del revés, simbolizando que la frase era mentira, y que por mucho que uno trabajase, jamás saldría de ese infierno si no era por la chimenea del crematorio.

Se cree que el acto de rebeldía pasó desapercibido para los alemanes, pero sí que se sabe, debido a una entrevista con el Museo de Auschwitz muchos años después, que algunos prisioneros conocían el pequeño acto revolucionario. “Era una especie de malicia, que nos daba un poco de satisfacción”, dijo Jan.

En cualquier caso, el cartel se quedó con la B del revés sin que Jan Liwacz sufriera ningún castigo por ello. En 1944 Jan fue transferido a Mauthausen y permaneció en los subcampos de Melk y Ebensee. Jan sobrevivió a la guerra. Fue liberado de otro campo de concentración en mayo de 1945 y regresó andando a Polonia.

Fotografía de Jan Liwacz en Mauthausen

En cuanto al cartel, los lugareños cuentan que, tras la liberación del campo por los soviéticos en 1945, los soldados del Ejército Rojo desmontaron el cartel y se prepararon para transportarlo de vuelta a la Unión Soviética, pero fueron sobornados por los polacos locales para que lo dejaran.

En 2006, se realizaron varios meses de conservación antes y después de la visita del Papa Benedicto XVI en mayo de ese año. El Papa Benedicto insistió en comenzar su emotiva visita caminando solo bajo el infame cartel y rezando una oración frente a la reconstrucción del muro de ejecución donde los nazis se alinearon y fusilaron a miles de prisioneros.

En 2009 el cartel fue robado. Varios ladrones lograron quitarlo de su emplazamiento y llevárselo en una furgoneta. Para ello tuvieron que dividir el cartel de cerca de 5 metros en 3 trozos. Días después se encontró el cartel y a los autores del robo, todos ellos de nacionalidad polaca. El autor intelectual del robo era un neonazi. El museo de Auschwitz tuvo que colocar una copia del cartel en el emplazamiento que le correspondía y restaurar el original.

El Papá Francisco también visitó Auschwitz y pasó solo bajo el famoso letrero

En 2016, el Papá Francisco visitó Auschwitz rindiendo homenaje a los 1,1 millones de personas -en su mayoría judíos- que fueron asesinados en ese tristemente célebre campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

De vez en cuando, los funcionarios retiran su letrero para realizar trabajos de conservación y utilizan una réplica como sustituto.

La B del revés fue además un símbolo a partir de la liberación del campo. Tanto es así que se llegó a hacer una escultura situada en la Plaza Wittenberg, Berlín. La escultura se llama “To B remembered” y tiene la misma forma que la letra original.

To B remembered

¿Qué más sabemos sobre Jan, también conocido como el preso nº 1010?

Los registros muestran que mientras estuvo en Auschwitz, pasó cinco semanas en el famoso bloque de confinamiento solitario #11. Las celdas de la prisión eran “verticales”. Eran cubículos minúsculos, demasiado pequeños para que una persona se acostara. Sólo podían estar de pie o arrodillados. En el caso de Jan, no pudo acostarse durante cinco semanas. La razón de su confinamiento en solitario no figura en las breves notas biográficas que existen sobre él, sólo que cumplió la condena.

Hay quien especula que tal vez se debió a que alguien se fijó en la letra “B” del cartel y supo que alguien tan hábil como él debía de equivocarse intencionadamente, pero no se sabe.

Antes del final de la guerra, Jan fue trasladado a un campo de concentración en Ebensee, Austria. Su campo fue liberado por las tropas estadounidenses del 3er Escuadrón de Reconocimiento de Caballería; irónicamente, se encontraba a sólo 60 km del campamento de guerra de la Escuela Española de Equitación en St. Martin, donde el general George S. Patton los vio actuar antes de decidir autorizar una misión de rescate para liberar a las yeguas Lipizzaner de la Escuela que estaban retenidas por los alemanes en lo que entonces era Checoslovaquia.

Una vez libre, Jan se unió a un amigo de la resistencia polaca y a un antiguo compañero de prisión de Auschwitz. Juntos recorrieron cientos de kilómetros a través de Austria y Eslovaquia hacia una vida bajo el comunismo en Polonia. Jan consiguió un empleo, trabajando para un herrero alemán y, más tarde, enseñando a trabajar el hierro. Nunca dejó de forjar.

En unas memorias, su nieta dijo que volvía a Auschwitz una vez al año, y llevaba a su familia. Dijo que paseaba lentamente por los lugares que había conocido, y les contaba a sus hijos su historia, y la historia del cartel. Se mantenía en contacto con sus antiguos amigos de la cárcel que también sobrevivieron.

Jan murió en 1980, a la edad de 82 años. Fue enterrado en Bystrzyca Kłodzka, Polonia, donde la escultura de la Santísima Trinidad del centro de la ciudad está rodeada por una valla que él mismo forjó.

¿Qué hay de las herraduras en Auschwitz?

Había muchos caballos en el campo, y fueran quienes fueran los herradores, se mantenían ocupados. Los caballos se utilizaban en el campo de concentración debido a la escasez de combustible. Los prisioneros trabajaban en los campos con caballos de tiro. Los oficiales y los guardias montaban a caballo. Las mercancías se trasladaban en carros de caballos. Incluso hubo un plan de investigación equina en el campo, con dos manadas de yeguas de cría.

El Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos tiene una herradura y unos clavos forjados a mano por uno de los muchos prisioneros gitanos.

Como ya sabrás, a la hora de calzar las herraduras en los caballos se calienta al rojo la herradura. Pero a la mayoría de la gente no le gusta el olor de los cascos quemados… Y según dice “leyenda del humo de cascos” Auschwitz olía así.

Era un hedor tan grande que algunos lugareños admitieron más tarde que el olor era tan fuerte que vivían con las ventanas cerradas, incluso en verano. La explicación oficial del campamento fue que los lugareños debían ignorarlo, que el olor procedía de las herrerías.. Tenían muchos caballos que herrar.

A medida que se conocieron más detalles, la gente se dió cuenta que el olor procedía del sistema de cremación masiva del campo. Aun así, algunos negacionistas del holocausto, como el autor Christopher Thies, un soldado alemán destinado en Auschwitz, insistieron en los juicios por crímenes de guerra en que no había ningún sistema de cremación masiva, y que el olor que mencionan algunos lugareños era simplemente el olor acre de los cascos quemados de las herrerías, porque el campo tenía muchos caballos que necesitaban herraduras.

Ver más
Vuelos
Hoteles
Tours
Transporte
123Viajando puede usar cookies para recopilar estadísticas, optimizar la funcionalidad del sitio y ofrecerte publicidad basada en tus intereses. Si sigues navegando estarás aceptando su uso. Más información de nuestras políticas.