La Cueva de las Manos está escondida en el valle del río Pinturas, en un lugar aislado de la Patagonia argentina, al que se accede por largos caminos de tierra y grava. El viaje para llegar allí puede ser un poco pesado, pero sin duda merece la pena; podrás disfrutar a una de las primeras formas conocidas de arte humano, que datan de hace unos 10.000 años.
Dónde está la Cueva de las Manos
La cueva se encuentra en el valle del río Pinturas, en un lugar aislado del paisaje patagónico. Se accede más fácilmente por un camino de ripio (RP 41), que sale de la Ruta 40 a 3 km al norte de Bajo Caracoles y recorre 45 km hacia el noreste hasta el lado sur del Cañón Pinturas. También se puede llegar al lado norte del cañón por caminos accidentados, pero más cortos, desde la Ruta 40. Un sendero de 3 km conecta los dos lados del cañón, pero no hay enlace por carretera.
La cueva principal mide 24 pies de profundidad, con una entrada de 15 pies de ancho, y tiene una altura inicial de 10 pies. El suelo del interior de la cueva tiene una pendiente ascendente; dentro de la cueva la altura se reduce a no más de 2,2 metros.
Contexto histórico
Las obras de arte prehistórico pintadas en las paredes de esta cueva del desierto no sólo son antiguas, sino también hermosas. Se pueden ver tres estilos distintos, que se cree que fueron creados por diferentes pueblos en distintas épocas. Pero lo más destacado es lo que da nombre a la Cueva de las Manos: los cientos de coloridas huellas de manos estampadas en las paredes de la cueva.
Las pinturas de las manos datan del año 5.000 a.C. aproximadamente. Se cree que los habitantes de la cueva grababan sus propias manos con tubos de hueso para crear las siluetas. La mayoría de los grabados son de manos izquierdas, lo que indica que probablemente sujetaban el tubo de rociado con la mano derecha. Los artistas utilizaban diferentes pigmentos minerales para crear distintos colores: óxidos de hierro para el rojo y el morado, caolín para el blanco, natrojarosita para el amarillo y óxido de manganeso para el negro.
También se han encontrado en la cueva escenas de caza y representaciones de animales y de la vida humana, que se remontan incluso más atrás que las manos estarcidas, hacia el 7300 a.C. Los cazadores-recolectores que vivían en las cuevas en esa época crearon obras de arte que representan la persecución de presas, la más común de las cuales era el guanaco, un tipo de llama.
Una de las herramientas de caza favoritas era las bolas, con la que se lanzaban cuerdas interconectadas con pesos en los extremos para atrapar las patas del animal. También se descubrió una tercera categoría de arte, con pinturas que representaban animales y seres humanos de forma más estilizada y minimalista, realizadas en gran parte con pigmentos rojos.
A través de todas estas variadas formas de arte rupestre, estudiadas capa por capa, nos asomamos a la vida de quienes vivían en las cuevas, que se cree que fueron habitadas por última vez por los antepasados del pueblo tehuelche del desierto patagónico. Fue explorada por primera vez por investigadores en 1949, y en la década de 1960 se realizaron estudios más exhaustivos. En 1999 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.