La Guerra entre España y Estados Unidos

Rubén, 18 agosto 2022

La guerra hispano-estadounidense fue un conflicto de 1898 (abril de 1898 - agosto de 1898) entre Estados Unidos y España que puso fin al dominio colonial español en las Américas y dio lugar a la adquisición por parte de Estados Unidos de territorios en el Pacífico occidental y América Latina.

Causas

Cuba tenía un importante valor económico, agrícola y estratégico para Estados Unidos que ya había hecho numerosas ofertas para comprar la isla, pero el gobierno español siempre las rechazó. Para España, Cuba no solo era una cuestión de prestigio, sino que se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.

Pero no todo iba bien entre Cuba y España. La burguesía local, las limitaciones políticas y comerciales impuestas por España que no permitía el libre intercambio de productos, fundamentalmente azúcar de caña, con los EE. UU. y otras potencias. Los beneficios de la burguesía industrial y comercial de Cuba se veían seriamente afectados por la legislación española. Las presiones de la burguesía textil catalana habían llevado a la promulgación de la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882) y el Arancel Cánovas (1891),​ que garantizaban el monopolio del textil barcelonés gravando los productos extranjeros con aranceles de entre el 40 y 46 %, y obligando a absorber los excedentes de producción. Debido a esto, un sentimiento nacional en Cuba fue creciendo.

La primera sublevación desembocaría en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) bajo la dirección de Carlos Manuel de Céspedes, un hacendado del oriente de Cuba. La guerra culminó con la firma de la Paz del Zanjón, que no sería más que una tregua. Si bien este pacto hacía algunas concesiones en materia de autonomía política y pese a que en 1880 se logró la abolición de la esclavitud en Cuba, la situación no contentaba completamente a los cubanos debido a su limitado alcance. Por ello los rebeldes volvieron a sublevarse de 1879 a 1880 en la llamada Guerra Chiquita.

Las medidas brutalmente represivas de España para frenar la rebelión fueron retratadas gráficamente para el público estadounidense por varios periódicos sensacionalistas dedicados al periodismo amarillo, y la simpatía estadounidense por los rebeldes cubanos aumentó.

El periodismo amarillo fue un término acuñado por el New York Times que se refería al sensacionalismo que se había vuelto común en los periódicos de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer. En lo que respecta a la guerra hispano-estadounidense, la prensa había estado sensacionalizando la guerra revolucionaria cubana que se estaba produciendo desde hacía tiempo. La prensa exageró lo que estaba ocurriendo y cómo los españoles estaban tratando a los prisioneros cubanos. Las historias se basaban en la verdad, pero estaban escritas con un lenguaje incendiario que provocaba respuestas emocionales y a menudo acaloradas entre los lectores. Esto sería muy importante a medida que los Estados Unidos se acercaban a la guerra.

La escalada de tensión entre los gobiernos de Estados Unidos y España fue en aumento, mientras en la prensa de ambos países se daban fuertes campañas de desprestigio contra el adversario. En América, mediante historietas normalmente inventadas o manipuladas, se insistía una y otra vez en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna duda de la intención de Estados Unidos por anexionarse la isla, dibujaban a unos hacendados avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.

Cada vez parecía más inminente el desencadenamiento del conflicto entre dos potencias que otros países consideraban de segunda: un país impetuoso, joven y todavía en desarrollo, que buscaba hacerse un hueco en la política mundial a través de su economía creciente, y otro viejo, que intentaba mantener la influencia que le quedaba de sus antiguos años de gloria. Los líderes estadounidenses vieron en la disminuida protección de las colonias, producto de la crisis económica y financiera española, la ocasión propicia de presentarse ante el mundo como la nueva potencia mundial, con una acción espectacular. De hecho, esta guerra fue el punto de inflexión en el gran ascenso de la nación estadounidense como poder mundial, pero para su antagonista significó la acentuación de una crisis que tocaría fondo con una guerra civil en el siguiente siglo y no se resolvería hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando España finalmente logra recomponerse.

España se encontraba en una hipotética guerra contra EE. UU. en clara desventaja tanto en el aspecto militar (tamaño y capacidades de las flotas de guerra, además de que España llevaba años luchando contra guerrillas de independentistas), el demográfico (en 1890 EE. UU. tenía más de 62 millones de habitantes por unos 18 millones en España), el geográfico (EE. UU. luchaba cerca de su territorio, mientras que España tenía que mandar tropas al otro lado del planeta, a Cuba o Filipinas), el económico-industrial (EE. UU. tenía grandes zonas industrializadas, mientras que España era principalmente agrícola).

Sin embargo, la agitación nacionalista española, en la que la prensa escrita tuvo una influencia clave, provocó que el gobierno español no pudiera ceder y vender Cuba a EE. UU. como por ejemplo antes había vendido Florida a ese país en 1821. Si el gobierno español vendía Cuba sería visto como una traición por una parte de la sociedad española y probablemente habría habido una nueva revolución.​ Así que el gobierno prefirió librar una guerra perdida de antemano, antes que arriesgarse a una revolución, es decir optó por una «demolición controlada» para preservar el Régimen de la Restauración.

El 15 de febrero de 1898 se produjo una explosión en el barco USS Maine en el puerto de La Habana. En aquella época, Cuba estaba gobernada por España y los rebeldes cubanos estaban inmersos en una guerra por la independencia. Las relaciones entre Estados Unidos y España eran tensas. Cuando 266 americanos murieron en la explosión, muchos americanos, especialmente en la prensa, empezaron a afirmar que el suceso era una señal de sabotaje por parte de España. “¡Recuerden el Maine!” fue un grito popular. El presidente William McKinley reaccionó exigiendo que, entre otras cosas, España diera a Cuba su independencia. Al no cumplir, McKinley cedió a la presión popular ante la inminencia de las elecciones presidenciales y acudió al Congreso para pedir la declaración de guerra.

Las investigaciones posteriores han demostrado que la explosión fue un accidente en la sala de calderas del barco, la situación fue perfecta para hacer creer a la opinión pública que el hecho se trataba de un sabotaje español.

Se declara la guerra

La guerra que siguió fue unilateral, ya que España no había preparado ni su ejército ni su armada para una guerra lejana contra la formidable potencia de Estados Unidos.

En las primeras horas de la mañana del 1 de mayo de 1898, el comodoro George Dewey dirigió una escuadra naval estadounidense en la bahía de Manila, en Filipinas. Destruyó la flota española anclada en dos horas antes de interrumpir la batalla de la bahía de Manila para ordenar a su tripulación un segundo desayuno. En total, se perdieron menos de 10 marineros estadounidenses, mientras que las pérdidas españolas se estimaron en más de 370. La propia Manila fue ocupada por las tropas estadounidenses en agosto.

La escurridiza flota española del Caribe, bajo el mando del almirante Pascual Cervera, fue localizada en el puerto de Santiago de Cuba por el reconocimiento estadounidense. Un ejército de tropas regulares y voluntarios bajo el mando del General William Shafter (incluyendo al entonces asistente del secretario de la Marina Theodore Roosevelt y su 1er Caballería Voluntaria, los “Rough Riders”) desembarcó en la costa al este de Santiago y avanzó lentamente hacia la ciudad en un esfuerzo por forzar la salida de la flota de Cervera del puerto.

Cervera condujo su escuadra fuera de Santiago el 3 de julio y trató de escapar hacia el oeste a lo largo de la costa. En la batalla que siguió, todos sus barcos fueron sometidos a un intenso fuego de los cañones estadounidenses y quedaron varados en llamas o hundidos. Santiago se rindió a Shafter el 17 de julio, poniendo así fin a la breve pero trascendental guerra.

Tratado de París

El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París que ponía fin a la guerra hispano-estadounidense. En él, España renunciaba a toda reclamación sobre Cuba, cedía Guam y Puerto Rico a los Estados Unidos y transfería la soberanía sobre las Filipinas a los Estados Unidos por 20 millones de dólares.

Los insurgentes filipinos que habían luchado contra el dominio español no tardaron en volver sus armas contra sus nuevos ocupantes. La guerra filipino-estadounidense comenzó en febrero de 1899 y duró hasta 1902. Murieron diez veces más tropas estadounidenses reprimiendo las revueltas en Filipinas que en la derrota de España.

Impacto de la guerra hispano-estadounidense

La guerra hispano-estadounidense supuso un importante punto de inflexión en la historia de ambos países.

  • La derrota de España desvió decisivamente la atención de la nación de sus aventuras coloniales en el extranjero y la centró en sus necesidades internas, un proceso que condujo a un renacimiento cultural y literario y a dos décadas de un desarrollo económico muy necesario en España.
  • Los Estados Unidos, por su parte, salieron victoriosos de la guerra y se convirtieron en una potencia mundial con posesiones de ultramar y una nueva participación en la política internacional que pronto los llevaría a desempeñar un papel determinante en los asuntos de Europa y del resto del mundo.
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