Los oni (鬼?) son espíritus malignos de la mitología y el folclore japoneses. Los oni son conocidos sobre todo por su naturaleza feroz y malvada que se manifiesta en su propensión al asesinato y al canibalismo.
Los oni suelen ser de gran tamaño, poseen una fuerza sobrehumana y tienen un aspecto aterrador con uno o varios cuernos que salen de la cabeza. Pueden ser una especie de yōkai, demonio, orco, ogro o troll. Estereotípicamente, se les concibe de color rojo, azul, negro, amarillo o blanco, vistiendo taparrabos de piel de tigre y portando garrotes de hierro kanabō.
A pesar de que están asociados a la enfermedad, la calamidad y la desgracia; los oni poseen aspectos intrigantes y complejos que no pueden considerarse simplemente como malvados. Los oni aparecen en innumerables historias y mitos japoneses, en los que suelen ser representados como villanos pícaros. Dos onis famosos son Shuten-dōji y Ōtakemaru.
Mitos y leyendas
El término oni se traduce a menudo al español como “ogro” o “demonio”, debido a su similitud con los demonios de las tradiciones cristianas. Pero, a diferencia de los demonios en el cristianismo, los oni no se consideran intrínsecamente malvados. Más bien, se considera que son iracundos e incontrolados, pero que pueden convertirse al budismo.
Según el budismo japonés, los oni constituyen uno de los seis órdenes de vida en el ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento conocido como samsara. Cuando una persona especialmente malvada muere, se cree que renacerá como un oni o se transformará en él.
Se dice que los oni residen en el Jigoku, o infierno budista, y son sirvientes de Enma Daiō, el gobernante Jigoku y Meido. Allí, en el Jigoku, los oni castigan y torturan a otros que han sido malvados en su vida pasada (pero no lo suficientemente malvados como para transformarse ellos mismos en oni) de acuerdo con el juicio de Enma Daiō. Estos horribles castigos incluyen el despellejamiento de la piel, el aplastamiento de los huesos y la fritura de los condenados en una sartén gigante. También se sabe que emergen del infierno budista para castigar o aterrorizar a los mortales malvados.