Durante las excavaciones realizadas entre 1958 y 1964 en Arapouco, en el valle del Sado, en el sur de Portugal, se encontró una especie de basurero prehistórico con una gran cantidad de restos de conchas, moluscos y peces, así como herramientas de piedra o metal, piezas de cerámica y armas. Una “verdadera mina” para los investigadores, ya que gracias a todo lo que se encontró, se descubrió también información sobre el comportamiento humano durante la prehistoria.
Además de los animales y objetos, los arqueólogos también encontraron más de 100 esqueletos de personas de la Edad de Piedra. La mayoría de estas momias fueron datadas entre 8.150 y 7.000 años. Sin embargo, su historial “dejaba mucho que desear”.
Lo malo es que la documentación carecía de información exacta sobre el lugar de la excavación, por lo que no se pudo reconstruir con precisión la posición original de los esqueletos ni la ubicación del hallazgo. Afortunadamente, el arqueólogo portugués João Luís Cardoso ha descubierto recientemente dos rollos de película no revelados de la excavación inicial.
Con la ayuda de estas imágenes, un equipo de la Universidad de Uppsala (Suecia), dirigido por Rita Peyroteo-Stjerna, pudo investigar los enterramientos con más detalle y encontró resultados “realmente sorprendentes”.
En primer lugar, los investigadores descubrieron que dos de los muertos fueron momificados antes de ser enterrados, “lo que supone la prueba más antigua de momificación en la Edad de Piedra en Europa”, según el estudio publicado en el European Journal of Archaeology.
Además, “algunos cuerpos pueden haber sido momificados antes de ser enterrados, un fenómeno posiblemente relacionado con su conservación y transporte, lo que pone de manifiesto la importancia tanto del cuerpo como del lugar de enterramiento en el suroeste de Portugal en el Mesolítico”, escriben los autores en su estudio.
El hecho de que esta práctica de momificación deliberada exista en Europa desde hace 8.000 años es, según los expertos, “muy relevante” porque las momias más antiguas que se conservan en el mundo tienen unos 7.000 años y proceden de la cultura Chinchorro (asentada en Chile). Esta cultura consiguió momificar a sus muertos más de 2.000 años antes que los egipcios, hace unos 5.000 años, para preservarlos tras la muerte.
Los arqueólogos analizaron una serie de factores para llegar a esta determinación. Utilizaron un método llamado arqueotanatología para analizar los 13 restos, y compararon los esqueletos con experimentos de descomposición realizados por el Centro de Investigación de Antropología Forense de la Universidad Estatal de Texas.
En primer lugar, observaron que los huesos de uno de los esqueletos estaban “hiperflexionados”, es decir, desplazados con respecto a su posición natural. Esto sugiere que fueron atados en su lugar con ligaduras que se han descompuesto.
En segundo lugar, los huesos de este esqueleto seguían firmemente en su sitio, es decir, no se habían desarticulado. Esto sugiere que el cuerpo fue enterrado como una momia y no como un cadáver fresco, manteniendo esos huesos en su sitio.
Y, por último, la tierra que rodeaba la tumba parecía en gran medida intacta. Si el cuerpo fue enterrado sin momificar, sus tejidos blandos se habrían descompuesto, creando huecos que serían rellenados por los sedimentos. Dado que esta tierra parecía intacta, sugiere que el cuerpo no se descompuso y que, por tanto, ya era una momia cuando fue enterrado.
“En este caso, el tratamiento previo al entierro permitiría conservar el cuerpo durante algún tiempo y facilitaría su transporte (al estar más contraído y ser significativamente más ligero que el cadáver fresco) a la vez que garantizaría su enterramiento conservando su integridad anatómica”, escribieron los autores. “Estas prácticas también subrayarían el significado de los lugares de enterramiento y la importancia de llevar a los muertos a estos lugares de una manera que contuviera y protegiera el cuerpo, siguiendo principios que estaban culturalmente regulados”.
Si los arqueólogos tienen razón en sus suposiciones, las momias del Valle del Sado, con 8.000 años de antigüedad, serían las más antiguas jamás encontradas. La momia más antigua hasta ahora, encontrada en el desierto de Atacama, en Chile, es 1.000 años más joven que las portuguesas.
Las momias egipcias más antiguas de las que se tiene constancia datan de hace unos 4.000 años, aunque hay indicios que sugieren que empezaron a embalsamar los cuerpos para momificarlos ya en el año 5.700. Las momias intencionales más antiguas encontradas en Europa datan de alrededor del 1.000 a.C.